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POZEROS. El documental (Parte I)


“Mira, para que te hagas una idea. Te puedes hacer el loco y decir que se te ha olvidado echarte la cuerda a la mochila. Puedes estar en el sector, irte a cagar, volver y no traerte el papel de vuelta. Incluso, mira lo que te digo, podrías mentir hasta en algún encadene…
Y no pasaría nada…
Hala, como te pillen reposando dos días seguidos…
Ahí ya puedes darte por jodido”

 
Así de explícito y crudo se confesaba Jose (ver vídeo). Gracias a su testimonio hemos podido tomar consciencia de una terrible realidad en la que viven no pocos escaladores. Jose subsistió en esto que podríamos llamar el inframundo durante más de siete años. No obstante, con gran fuerza de voluntad y ayuda, consiguió retornar a la superficie y hoy nos lo puede contar.

No es lo usual, la mayoría de los que caen en su órbita gravitatoria quedan atrapados de manera irremediable. Como él mismo reconoce, puede considerarse un gran afortunado.
 

Se mueven en grupos. Quedan en descampados y organizan cundas para dirigirse a los sectores. Allí les esperan sus sempiternos proyectos.
Apenas tienen más de un tema de conversación… Se desplazan lánguidamente, casi arrastrándose. Como si todo movimiento al margen de la escalada fuese en pos del ahorro energético. Un ahorro del que dependerá su propia supervivencia, pues sufren de autodisciplina severa.
Incapaces de permitirse un descanso, su vida es un entrenamiento perpetuo, la escalada un gigantesco sumidero por el que se escapa toda su energía. En términos técnicos, se diría que viven en una permanente fase de carga. Se mire por dónde se mire, un “estilo de vida” con consecuencias funestas a largo plazo tanto para la mente, como para el cuerpo.


Cunda para ir al sector


En el mundillo se les conoce coloquialmente por el nombre de…

POZEROS


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Jose está en un programa especial para protección de expozeros:

"Van a por mí. No pueden soportar verme encadenar. Conseguí salir tras mucho esfuerzo, joder. Estuve haciendo 1-3 [1 día escalada -3 reposo] durante dos meses enteros. Eso significa que sólo escalé  15 días en esos dos meses. Me baja un sudor frío por la frente sólo de recordarlo. Fue muy duro. Me sentía como en la escena esa de Trainspotting, en la que encierran al tío en una habitación para que se le pase el mono. Que sufre unas alucinaciones que flipas. Pues yo lo mismo. Veía regletas por todos lados. Buscaba empotres de rodillas contra cualquier objeto voluminoso…
Pero lo peor fue lo del bebé. Buffff…
Se me aparecía, en mis delirios, un bebé que se subía por las paredes y el techo. Giraba el cuello y me increpaba. Me atacaba dónde más me dolía. Era como si conociese todas mis debilidades. Incluso mejor que yo. Mal, muy mal… "





"Pero al final surtió efecto. Después de la tormenta…
Me vine arriba. Un pico de los guapos. Estaba, como quien dice, surfeando la ola. Montado justo en ese punto, el sweet spot. Dejándome acariciar la cara por los vientos. Una experiencia extracorpórea. Como si me estuviese viendo desde afuera. Nada de juicios ni de prejuicios. Sólo observación, sólo disfrute. Era mi propio Dios…
Y casi la cago, tío... "

[Se hecha la mano a la frente y niega con la cabeza]

"Me veía tan bien y había acumulado tantas ganas de escalar durante esos dos putos meses que a poco mando todo el planning de rehabilitación a tomar por culo.  Apunto estuve, en la vorágine extática del subidón, en medio de esa sobredosis hormonal anfetamínica, a punto estuve de coger la ametralladora y ponerme a disparar a todo lo que tenía a tiro. Hasta fundirme todo el arsenal. A tomar por culo las reservas de una tacada. Living Las Vegas! Quería subirme por todas las vías. Recuperar el tiempo perdido.

Menos mal que allí mi coach supo controlarme. De la que me libró. Menos mal! Le debo mucho…
Desde entonces lo considero mi hermano, de mi sangre. Una recaída desde esa altura podría haber sido definitiva. Me entran escalofríos sólo de pensarlo. Ahora soy consciente de lo que podría haber pasado pero entonces… Era un indocumentado, un temerario, un pollo sin cabeza. Sólo pensaba en el presente. Mi futuro no tenía más de media hora de vida…

Ahora me fijo mucho, ¿sabes? Reconozco a un pozero en cuanto lo veo. Van como zombis por ahí, del panel al proyecto y del proyecto al panel, sin ilusiones, como viviendo por inercia.

Ya no tengo entrenador. Llevo un tiempo intentando funcionar por mi cuenta. Cuidar de mí mismo. He aprendido a reconocer las señales. El maldito pozo está siempre a la vuelta de la esquina, acechando. Es esa vocecilla interna que te induce. Que si una serie más, que venga otro peguecito que mañana descanso, que a tope hoy que parece que no me canso, que total si son todo cazos…

Pero ese bastardo no tiene piedad. Tú no eres consciente, pero el ya lleva largo rato siguiéndote. Hasta que de golpe, sientes su presencia. Te das la vuelta atemorizado, esperando que no esté ahí, que no sea él o que todo haya sido un sueño.


Pero no! Ahí está él. Erguido incompasible frente a ti. Ese payaso burlón te mira a los ojos y tú comprendes que no significas nada para él, que no eres más que otra de sus incontables víctimas anónimas. Te lamentas entonces como un niño, humillado. Has sido un ingenuo y ahora estás indefenso. Él no dice nada. Nunca lo hace. No le es necesario. Porque tú percibes nítidamente el mensaje. Ya es demasiado tarde…"





"No merece la pena."

"Ahora encadeno. Lo puedo decir bien alto. Aunque al principio me sentía raro. Imagínate, todos tus colegas ahí en la miseria y tú tachando vías. Y entonces surge la paradoja. Una especie de síndrome de Estocolmo. La tristeza y la soledad te invaden. Deberías ser feliz pero tú estás taciturno. Me sentía como el niño del Sexto Sentido. Tienes un poder del que carecen los de tu alrededor, pero es precisamente eso lo que te aleja de ellos. Moras entre dos mundos pero sientes que no perteneces a ninguno."




"Gracias a Dios ya lo estoy asimilando. He notado que me estoy empezando a querer más a mí mismo. Tengo amor propio, me valoro. Cuando vivía en el pozo...

[se emociona un poco]

llegué a odiarme. Me castigaba cuando las cosas no iban bien y eso se convirtió en una espiral autodestructiva…"

[Por la emoción, tiene que callarse y hace una larga pausa]



[Finalmente se recompone un poco y prosigue más animado]

"Tampoco es que ahora esté todo el día tachando, a ver si me entiendes. Pero joder! Un par de rutitas al mes ya me marco. Eso sí, en proyectos muy en mi límite todavía no me meto. No me atrevo. Me da miedo lo que pueda pasar. Que se me pueda ir la olla otra vez. Me falta algo de confianza aun en ese sentido. Algún día tendré que enfrentarme a ello. Sólo entonces podré decir que estoy fuera. Que soy libre de nuevo.

Pero bueno, mientras tanto, voy encadenando pequeños proyectos. Vías en el día, en un par de fines de semana. Si no las hago en 7 u 8 pegues, las dejo.

Los pozeros no te lo perdonan. Especialmente los cabecillas. Te ven hacer vías con pocos pegues y se ponen de los nervios. Te han visto en la mierda con ellos durante tanto tiempo que no soportan verte en las cadenas. Les sale el Ágorer (ver Ágorer) Te recriminan. Zona de confooort!!, te gritan. Buhhh!! Eso no es digno de tiii... Te intentan llevar a su terreno, ¿sabes? Para que vuelvas a su puto agujero. Pruébate ésta, que se te dará bien… Saben ser muy persuasivos cuando lo necesitan. Se retroalimentan entre ellos. Sólo prosperan en un entorno pozero. La gente que encadena rompe el equilibrio de su ecosistema. Por eso se muestran tan agresivos. Hay que estar en alerta todo el día.

La verdad, no creo que la comunidad escaladora esté todavía preparada para reconocer este submundo que yace en su propio seno. Es duro admitirlo pero hay que ser honesto. Éste es un espacio peligroso plagado de  mentes destruidas. Hay que asumirlo. Si decides quedarte, debes estar preparado y atenerte a las consecuencias…"
 
 
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Pero no todo pozero tiene un final feliz como Jose. Más bien al contrario. Pese a los riesgos que entraña, decidimos adentrarnos en el inframundo y conocer la otra cara de la moneda.

A través de Jose, conseguimos el contacto de uno de ellos. Le escribimos por wassap. Se llama Javi. En su foto de perfil sale probando el proyecto con el que, según Jose, lleva por lo menos cuatro años. Es martes y hoy va a ir a entrenar. Le pregunto si podría enseñarme su panel, que estoy interesado en apuntarme. Para ganarme su confianza, le digo que estoy muy pozero, que llevo desde el jueves sin descansar y que últimamente no me muevo. Por supuesto, no conozco de nada a Jose y su teléfono me lo pasó un colega suyo que conocí en Margalef. Lo noto muy dubitativo al principio, hasta que le empiezo a decir que estoy escalando en Bentué (sitio habitual de reuniones pozeras durante la época estival). Me interroga sobre la vía y, por suerte, puedo darle una descripción bastante detallada de los movimientos pues la probé hace poco. Este hecho lo relaja un poco y acaba animándome para que le acompañe esta tarde en su sesión de entreno. Me dice que le toca campus, dominadas, flexiones de dedos (¿?) y series en través de 50 movs. Nos vemos en el Templo dice, acompañándolo de un emoticono de guiño, otro de bíceps y tres de top.

Cuando le hablan a uno de templo se imagina jardines, fuentes, armonía arquitectónica…  Su Templo resulta ser un lúgubre sótano, apenas iluminado y de dudosa salubridad. Según atravieso la puerta, la situación que me encuentro es dantesca.

Sentados en un sofá de aspecto deplorable, varios personajes discuten, de manera bastante acalorada, sobre el grado de una vía mientras fuman cigarrillos como descosidos creando un ambiente irrespirable.

“Fulanito que no venga decotando ahora después de tres años probándola. El espabilao! A que le reviento la rodilla esa nueva que usa!! Eso no se había tocado nunca hasta que llegó el flipao ese de Madrid con sus métodos modernos y sus rodilleras trampa”

En el fondo, hay un chaval haciendo el ejercicio de campus un brazo arriba/uno abajo de manera alternativa, demostrando un nivel muy importante. Sus colegas le animan diciendo que tendría que estar haciendo 8c y no 7b+. Lo cierto es que no consigo apreciar si hay ironía o sinceridad en el tono. De cualquier forma, el joven permanece impertérrito a estos comentarios. Conforme acaba el ejercicio, se pone un lastre de, por lo menos, 40kgs y empieza a hacer dominadas. Sobre la octava repetición, la forma recuerda más a la de un acordeón que a la del atleta olímpico de las tres primeras. El gesto y los gritos de sufrimiento son desgarradores pero no se rinde. No sé por qué pero en ese momento me acuerdo de Camarón.

Un segundo individuo acapara mi atención. Está haciendo un ejercicio mixto, compuesto de bloqueos en barra inmediatamente seguidos por bloque largo en panel. Para minimizar el reposo entre ambos, va corriendo de un sitio a otro. El tipo es incapaz de acabar ninguno de los dos  ejercicios en ninguna de las series. Diría que se le ha ido la mano con la intensidad. Aunque no parece ser muy consciente de este hecho y el resultado insatisfactorio lo irrita tremendamente. De modo que, en ese esprint que se marca durante los diez metros de trayecto entre el panel y la barra de dominadas, va soltando unos alaridos esquizofrénicos que todavía hoy retumban en mis tímpanos: "¡NI ME MUEVOOO! ¡ES QUE NI ME MUEVOOOO! ¡NO TENGO UNA MIERDA DE FUERZA DE DEDOS! ¿¡PERO POR QUEEEEEEÉ!?"

Me estremezco y reprimo el brutal impulso de salir por patas de aquel antro. Trago saliva. Consigo tranquilizarme y me pongo los gatos sentado en un sofá con un agujero del que parece que va a saltar una rata asesina en cualquier momento.

Voy a calentar, me digo. Y me dirijo a los paneles. Bajo ellos, de lo que parecían ser unos viejos colchones, ha emergido una inmensa masa informe de algodón sintético y mohoso a la que, los locales “cariñosamente” llaman Dolly. Como si se tratase de una macabra broma inspirada en la película de Los Gremlins, la mutación fue provocada, al parecer, por la rotura de una tubería que les inundó el garito. Los pozeros se revuelcan en ella para que yo abandone definitivamente toda esperanza higiénica.


Los colchones del Templo. Foto que pude sacar de extranjis

Javi me propone un bloque para calentar. “Este es fácil”, me dice. Sonríe al ver que no me muevo mucho y parece que se relaja ya por completo. Me dice, “perdona la desconfianza ayer por teléfono, tío. Es que pensaba que podías ser un listillo de estos que van todo el día llorando y diciendo que no se mueven pa quitarse presión y luego Zasca! Resulta que están de pico los cabrones! Y encima se excusan diciendo que habrá sido la suerte o que se les habrá dado bien ese movimiento. No soporto a esas sabandijas chupasangre!!”
 
En una pared está la foto de un conocido escalador. Me quedo mirándola y rápidamente se percata Alberto, quien parece ser una especie de cabecilla del Templo. Se me acerca y me dice: “Ahí lo tienes. Xxxxxx es Dios. Escala 6 días a la semana. Sólo descansa los lunes pero por la piel, aunque se rumorea que hace entrenos en casa sobre madera o con TRX. Muchas veces dobla sesiones. Da pegues hasta que se hace de noche y luego otro más con el frontal. No importa si llueve o hace mucho frío... “

Saca su móvil y abre el Firefox. En favoritos tiene la lista de encadenes de su Dios y me la enseña. “Mira, mira. Todo lo que ha hecho en el último mes. Es una puta locura!! No se cansa nunca!! Mira, mira lo que hizo en un día. Dos 8a a vista, dos 8a+ también a vista, un 8b a flash y otro second go. FLIIIIPASSS! Y había escalado el día anterior también. [Se hecha las manos a la cabeza mientras se ríe] Mira, mira! “

“Siempre que estoy reventado y mi cuerpo no aguanta un solo movimiento más, pienso en él. Él me guía”

Besa un collar trenzado que lleva hecho con unos sucios cordones de pie de gato. No quiero ni pensar de dónde los habrá sacado…

“ALABADO SEA!!”, grita
 
 

 

CONTINUARÁ...

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