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LA MONA CURIOSA (PARTE II)

Cierto día apareció una joven simia por el espacio de entrenamiento. No fue un acto voluntario. No fue un hecho casual. O sí, según qué momento considere uno el inicio de la historia. El caso es que el azar de la combinatoria genética había dotado a la mona con una cualidad que se haría fundamental a partir de entonces pues permitía acelerar el conocimiento sobre el entorno. La curiosidad. 

Ella vivía cerca del centro de la Gran Selva y cada vez que veía pasar animales hacia la zona de entrenamiento un cosquilleo se despertaba en su interior. Empezó a seguirlos acercándose progresivamente a pesar de las recomendaciones de sus padres para que no abandonara los terrenos de la tribu. 


Llevaba días encaramándose en lo alto de un árbol desde donde podía observar con claridad todo lo que sucedía en los entrenos, hasta que un resbalón la traicionó y cayó rebotando entre las ramas para acabar depositada en medio de la zona de entrenamiento. 


El ruido de la caída sorprendió a todos, que se apresuraron hacia donde había aparecido la mona y la rodearon:
- ¡Quién te ha dejado pasar!, barruntó un elefante
- ¡Lárgate de aquí, enana!
, chilló una hiena 


Una tormenta de procesos químicos y eléctricos estalló en su mente, que la interpretaría como una dura batalla entre el miedo y el valor. Batalla en la que triunfaría el segundo, impulsándola a levantarse, mirar a la cara a los que la rodeaban y proclamar:
- Quiero participar


Todos rompieron a carcajadas.
- Pero dónde vas? Mírate… , le replicó un canguro


- … con ese cuerpecillo enclenque no andarías ni un metro en la Selva A Través. Con esas patetas tan laxas y móviles no saltarías el río ni por su tramo más estrecho. Y por si fuera poco, con esas, ¿cómo las llamáis? ¡Manos! Con esas manos tan blandas y frágiles no aguantarías el ritmo de la gacela ni por unos segundos tan siquiera.


- Un momento! Que demuestre lo que puede hacer!, dijo una gacela internándose entre el corro de increpadores. 

- … si quiere proporcionarnos un espectáculo circense que así sea.

La pequeña mona se llamaba Ganja Garnbreta y no es que hubiera saltado al ruedo a la ligera. Tenía algunas cartas escondidas. Llevaba varios días observando en el anonimato cómo ejecutaban los animales las distintas pruebas y había entendido bastante bien lo que hacían. Lo había visualizado cientos de veces en su mente después, y estaba convencida de que lo podría repetir con facilidad. 


Primero, Ganja se fue hacia la prueba del salto. Cogió distancia y, sin carrerilla, se dispuso a dar saltos consecutivos de potencia y altura creciente, como había visto hacer al canguro. Pero sus saltos fueron torpes y descoordinados, apenas alcanzando altura. No entendía por qué simplemente no rebotaba como el canguro. Pero no desistió…


Lo intentó entonces con el tramo espeso de la Selva A Través y entró de cabeza con todas sus fuerzas, como había visto hacer al elefante. Pero se pegó un tortazo nada más entrar, con el primer tronco con el que topó y salió despedida por donde había venido. Ganja juraría haber imitado la forma del elefante a la perfección. Pero tampoco desistió entonces…


Ya a la desesperada y con lágrimas en los ojos por la frustración, se lanzó al galope con todas sus fuerzas, intentando no dejar un ápice de energía sobrante dentro de sí, por el estanque de barro por el que la gacela se “paseaba” en cada entreno casi sin mancharse. No sólo no escatimó en fuerza sino que puso toda su concentración en conseguir ese elegante trote, el que le había visto hacer antes a la gacela. Pero resbaló nada más entrar, con la primera pisada, propiciando las carcajadas de todo el personal animal. 


Ganja se halló entonces, rebozada en barro, en el mismo ojo de un huracán de risas y humillaciones. Sólo quería escapar de allí lo antes posible. Así que huyó todo lo rápido que pudo y la tormenta electroquímica se tradujo ahora en vergüenza, rabia y tristeza. No tenía la menor idea de que había podido pasar en aquel recinto. Estaba segura de haber utilizado exactamente los mismos métodos que los otros pero no habían funcionado ni de lejos.


Los animales allí presentes, que eran muy cabrones, al ver que Ganja nunca sería una amenaza, decidieron invitar a los monos a los Juegos de manera oficial. Tampoco se la jugaron. Era una invitación particular a nombre de Ganja, que se justificaba por el interés demostrado. 


La invitación llegó a la tribu simia y la decisión se puso en manos de los sabios monos, que llamaron a Ganja a su presencia para enterarse de todo lo que había sucedido. 


Una vez conocida su versión, lejos de recriminarla le dijeron:
- Tú nos representarás, Ganja. Has demostrado suficiente curiosidad y determinación. No necesitas nada más para ganar.


Ella respondió:
- Lo siento, sus sabidurías, pero hice allí el ridículo más horrible de mi vida y no pienso volver. Además es imposible que les gane. Estoy a años luz


El mono más viejo de los sabios insistió…


Y añadió al final:
- Piensa en cada prueba como un problema. Si copias la solución, no entenderás nada del problema y lo que es mucho peor, no aprenderás nada. Maneja y desarrolla tus propias capacidades y descubrirás qué caminos particulares te ofrece a ti el problema para su resolución.
Si copias la solución que emplearon otros, estarás desperdiciando tu mayor capacidad: la adaptabilidad.

Ganja, que si algo le gustaba eran los problemas difíciles, tomó este consejo como si le hubiera llegado directamente al alma. Pero como había pasado tanta vergüenza, pensó que los entrenamientos los haría sola, en las profundidades de la selva donde nadie la pudiera ver. 


Y allí estuvo entrenando las semanas que quedaban por delante durante muchas horas al día. Nadie sabía lo que estaba haciendo. Casi nadie. Sólo el más viejo de los sabios se acercaba por allí sin que ni siquiera la propia Ganja lo supiera.


Y por fin llegó el gran día. Un montón de pájaros se soltaron dejando que, en su escapada hacia el cielo, fueran sus complejas melodías las que anunciaran la inauguración de  los Juegos.


La primera prueba fue la Selva A Través. El gran favorito era el elefante Magnus Strönz, famoso allende los mares por sus terribles demostraciones de fuerza. Era una estrella, quizá el primer antecedente de un youtuber de éxito. 


Lo que solía suceder en esta prueba, sin excepción, es que todo el resto de animales se ponía a rebufo de Magnus mientras este iba arrasando cualquier cosa que se le pusiera por delante. Nadie más se planteaba abrir camino en semejante densidad, de modo que Magnus cruzaba primero la meta y luego iban el resto aprovechando el camino abierto.


A la señal del zorro árbitro, se dispusieron todos en la línea de salida. Acto seguido, sonó el graznido del ganso  indicando la salida y allá que fueron.


Por la izquierda, salió Magnus a todo tren mientras el resto de animales se disponía a su estela. Unos 300 metros a la derecha se vio aparecer un animal mucho más pequeño que se situaba más o menos en paralelo al elefante. Era Ganja. Enseguida alcanzaron el comienzo de la maleza con Magnus ligeramente por delante. Apenas le dio tiempo a mirarla de refilón y ver como, mientras él rompía el dique de vegetación, ella se echaba a trepar hacia lo más alto por el primer tronco que encontró. 


Es lo último que supo de ella cuando empezó su bestial desbroce que, por otro lado, fue quizá el más rápido que jamás se haya visto. Por su parte, Ganja, una vez situada en las copas de los árboles más altos empezó a dar saltos de unos a otros, corriendo sobre las ramas más altas, que también eran las más finas y tambaleantes, en delicado equilibrio, como andando por el agua. Todo ello a la velocidad del rayo.

En la línea de meta no se podía ver en qué estado estaba la carrera. Estaban todos a la espera de la aparición de la omnipotente silueta característica de Magnus cuando, como un misil, surgió Ganja de entre los cielos, agarrada a una liana colgante del último de los árboles, saltando prácticamente desde la mitad de su altura y cruzando la línea de meta en primera posición.


Se hizo el silencio por unos instantes...


Justo en ese momento, apareció Magnus de entre los árboles con todo el séquito a rebufo. Con cara de tremendo esfuerzo cruzó la meta, levantando trompa para celebrar su victoria y entonces sí, el público rompió en aplausos. 

Cuál sería la sorpresa del elefante cuando se dio cuenta de que no le aplaudían a él sino a esa diminuta mona de la que se había estado riendo tan sólo unas semanas atrás. Nada o entendía de lo que estaba pasando y entró en ira. Para sus adentros, sólo las trampas podrían explicar lo que estaba pasando. Al mismo tiempo entre la muchedumbre, se pudo ver como sonreía y se regocijaba el más viejo de los sabios monos.                                                                       ---------------

Dos horas más tarde empezaría el Salto De Río, así que todos los animales pusieron rumbo al Embudo, recordemos, el tramo de río previo a la cascada. Por el camino los animales iban comentando el sorprendente resultado de la prueba anterior. Nunca nadie que no perteneciese a la familia de los paquidermos había ganado esta prueba. Habrá sido suerte. Tampoco nadie había intentado ir por arriba pero lo cierto es que la normativa no lo impedía. Se trataba de atravesar ese tramo de selva y punto. Se consideraba la prueba de fuerza por excelencia pero quizás eso acababa de quedar anticuado hacía unos escasos minutos. En cualquier caso, nadie pensaba que la mona tuviera alguna opción en la siguiente prueba. 


El río precisa un salto de orilla a orilla. No hay piedras o árboles que la puedan ayudar a cruzar. Sin duda, no hay alternativa posible al salto, dijo un experto en televisión. Y efectivamente, en el Embudo los árboles estaban muy lejos de la orilla como para subirse a alguno y saltar. Tampoco ninguna piedra ni planta sobresalía por encima del agua. La normativa decía que no se podía tocar el agua…


Así dio comienzo la prueba por el sitio más estrecho, de unos dos metros de anchura. Todos los participantes fueron sucediéndose en el primero de los intentos. Sólo unos pocos iban realizando el salto con éxito, asegurándose el paso a la siguiente ronda. Hacia el final de esta primera ronda, cuando sólo quedaban cuatro animales por saltar, la mayor atención la atrajo el canguro Brinco Sharman. Innegable favorito de esta prueba. Llevaba años viajando por todo el mundo saltando todo tipo de ríos. Su estilo era muy espectacular y atractivo, de manera que se había generado montones de fans. Acompañando a su salto e incrementando aún más su espectacularidad, iba su característico grito, reconocible allá dónde se oyese. Brinco decía que le ayudaba a saltar más.


Cuando llegó su turno ni siquiera tuvo que gritar. Estas primeras longitudes eran muy fáciles para él y esos muelles que tenía por patas. Tras él saltó un ciervo consiguiéndolo por los pelos, al tiempo que aparecía Ganja en escena, la pequeña mona de la que ya todos se habían olvidado. Llevaba en sus manos un largo palo de bambú que desató el rumor entre el público. ¿Qué iba a hacer con eso?


Llegó su turno. Cogió carrerilla. Llevaba el palo por delante de ella, formando unos 45 grados con la horizontal, cogido cerca de uno de los extremos. Fue disminuyendo el ángulo del palo conforme se iba aproximando a la orilla, cada vez a más velocidad. Cuando llegó a la misma orilla lo clavó, con una estocada certera y precisa, sobre el fondo del río a mitad de camino entre las dos orillas, lo que le proporcionó un soporte estable sobre el cual fue capaz de pivotar aprovechando la inercia que llevaba. Grácilmente apareció al otro lado sin haber tocado río. Casi sin esfuerzo aparente.


De nuevo hizo enmudecer al público. Se oyeron varios WTF. 

Brinco entre dientes murmuró: 
- Ese truco no le valdrá para los saltos más largos

Una tras otra fueron sucediéndose las rondas hasta que se quedaron solos Brinco y Ganja. El palo de Ganja se hacía cada vez más corto en relación a la anchura del río. En la última ronda, se había visto obligada a coger el palo lo más cerca que pudo del extremo. Clavó el palo en el mismísimo centro del río y, utilizando prácticamente toda su longitud, le acabó depositando por milímetros en el mismo borde de la orilla. Aún se tambaleó y tuvo que ayudarse de movimientos rotatorios con los brazos para acabar de estabilizar su equilibrio. Los espectadores no habían observado nada tan emocionante en su vida. Brinco, por su parte, estaba ya también cerca de su límite como atestiguaban sus increíbles gritos, cada vez más desgarradores. Además, se le veía cada vez más fatigado, como si se estuviera vaciando…


Siguiente ronda, quizá la última. Sale Brinco que empieza a rebotar como en una cama elástica hasta que llega al borde de la orilla, pega un grito ensordecedor al tiempo que se lanza hacia la otra orilla como si su vida fuera en ello. Silencio. El salto es muy horizontal. Aterriza con sus potentes patas en el borde mismo de la otra orilla como ya hiciera Ganja en la ronda anterior. Pero no sabe reaccionar y se va para atrás. Es la primera vez que Brinco cae al agua en una prueba. Nadie puede creer lo que está pasando. 


Es el turno de Ganja. No parece ni la mitad de cansada que Brinco. No parecía estar haciendo tanto esfuerzo. La gran mayoría se ha dado cuenta de que el palo ya no da más de sí. La anchura del salto ha crecido considerablemente desde la ronda anterior. Su método está agotado. Todo apunta al empate. 


Sale Ganja corriendo con el palo por delante. Metros antes de llegar a la orilla lo pica hacia abajo metiéndolo en la primera mitad del río, mucho más cerca que en las veces anteriores. Pero esta vez el palo va muy horizontal y no se clava. Ganja lo va arrastrando por todo el fondo del río en ese ángulo mientras sigue corriendo los últimos metros hacia la orilla hasta que, de repente, el palo hace tope con algo. Una piedra seguramente. Ella lo sigue empujando con toda la fuerza que puede y el palo se empieza a combar haciendo gala de la flexibilidad de su madera. En ese momento alcanza Ganja el borde de la orilla y se tira para doblar el palo aún más, al tiempo que empieza a pivotar sobre él. Cuando se sitúa en la vertical del punto en el que se había bloqueado, el palo empieza a recuperar su forma devolviéndole a Ganja toda la fuerza que ella le había aplicado. De este modo, cuando había superado un trecho sobre la segunda mitad del río y el palo había casi recuperado su rectitud, Ganja lo suelta aprovechando el empuje, que en ese momento es máximo, como si estuviera realizando un nuevo salto. ¡Un salto dentro del salto! El palo cae al río al tiempo que Ganja alcanza victoriosa la otra orilla.
 

El público se enfervorece por lo que acaba de presenciar y estalla en aplausos. La locura se contagia. De nuevo, se puede observar al viejo mono sonriendo entre la multitud. 

Fuera de esa escena, se pudo ver a Brinco hablando y gesticulando muy enfadado a uno de los miembros del Comité. De todas formas, ya nadie le prestaba atención...


CONTINUARÁ

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