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EL GRADO TENÍA UN PRECIO (I)

Día sí, día también, en los medios de comunicación y redes sociales, presenciamos una lucha encarnada por cómo se deben nombrar las cosas.

Es un crescendo desde cabreos (artistas cuando intentan etiquetarles), reivindicaciones (de terminaciones en as y es), batallas políticas (por cómo de a la izquierda, derecha o centrado aparece un partido en la foto), manifestaciones multitudinarias (por el significado de palabras como matrimonio) hasta, en el sumun, proyectos de ley (sobre cómo se debe nombrar la comida!!)--> ver

 

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Sobre la discusión, o más bien monólogo, que tuve la suerte de presenciar en un bar de escaladores pasadas las 2 A.M (eran otros tiempos) entre dos sujetos que se llevarían unos 20 años de diferencia. El mayor llevaba la voz cantante…

 

Que si las palabras son tan importantes, me preguntas?

La cuestión no es si las palabras son importantes… la cuestión es por qué…

Supongo que sabrás qué son las metáforas. Seguramente te habrán explicado que son recursos literarios, seres que habitan el mundo de la poesía...

NADA MÁS LEJOS DE LA REALIDAD!!, grita el viejo, que se encuentra ligeramente alterado por el alcohol, pegando un golpe sobre la mesa.

Las metáforas llegan mucho más allá. Se extienden como un virus hasta que lo abarcan todo, muchacho. Estructuran tu mente, moldean tus pensamientos, guían tu comportamiento. Y todo sin que te percates…

Te hablo de conceptos, abstracciones de esas que usamos los humanos para entender el mundo.

Entérate, chaval! Para desenvolverte en el entorno en el que habitas necesitas conceptos primero, y luego historias. Narrativas. Estructuras anidadas que simplifican y dan sentido a lo que observas.  

Somos incapaces de entender la complejidad del mundo directamente. Estamos mucho más limitados de lo que se creen nuestros estúpidos e insolentes egos. Nos vemos obligados a inventar estos cajones y estanterías en nuestra mente, sobre los que depositar nuestras observaciones para que queden ahí almacenadas, de manera relativamente ordenada y accesible. Ocupar una posición concreta dentro de esa estructura es, al fin y al cabo, poseer un sentido, un significado, un lugar en el todo, en nuestro todo individual.

Te enteras!? Vuelve a gritar el viejo pegándole golpes en la cabeza al muchacho

Para manejarte en tu día a día, necesitas amueblar tu limitada cabezota!! Amueblarla para lo bueno y para lo malo…

Para cuando entras en la veintena, como tú, ya has conseguido un amueblado decente en el que acomodar la inmensa mayoría de tus observaciones del mundo. Muebles en habitaciones, habitaciones en plantas, plantas en edificios, edificios en ciudades. Todo un urbanismo de narrativas ha florecido en tu mente para capacitarte a entender tu entorno.

Pero cuidado! Porque empujado por la falta de prudencia que inducen ciertos picos hormonales típicos de tu edad, te sientes convencido de que ya lo has aprendido todo, de que puedes dar explicaciones sobre cómo funciona cada una de las cosas que ves, sin la mínima sombra de duda.

Tu yo arrogante no dejará de vitorearte lo máquina que eres, en un continuo murmullo que ensordecerá al resto de tus yoes más sensatos e inhibidos. Si se callara por un jodido instante podrías por fin escuchar un crepitar. Es el crujido de cómo se resquebraja en la sombra toda tu lamentable urbe conceptual, sólida solo en apariencia, en la que ya no entra una mísera realidad más. Has ido metiendo todas tus observaciones al vuelo, según te llegaban, sin preocuparte excesivamente por cómo de bien encajaban. Hasta que la estructura ya no da más de sí.

 


Una cuenta atrás ha comenzado. La cuenta atrás de tu primera gran hostia! Una hostia que te llegará. Más tarde o más temprano, ten seguro que te llegará. En realidad, cuanto antes llegue mejor, menor será la caída, menor el impacto y la recuperación. Pero ese yo arrogante puede ser muy convincente, además de poseer una increíble determinación…

Llegará la primera gran hostia y muchas otras le sucederán. Más grandes o más pequeñas. Y te obligarán a construir y a reconstruir, a hacer modificaciones en los muebles, a cambiar las cosas de cajón, de habitación, a hacer mudanzas enteras…

El viejo hace una pausa e inspira profundamente,  

…durante toda tu puta vida!

Tardar mucho en advertir la necesidad de una nueva reforma o mudanza te saldrá caro. Muy caro. Tu mente se verá obligada a las más grandes carambolas psicológicas para que tú puedas mantenerte allí como si nada, ajeno al entorno, mientras caminas por la cuerda floja… 

Además, ten en cuenta que cada vez será más difícil encontrar recambios para los muebles viejos. Y por si fuera poco, con el paso de los años les irás cogiendo cariño, resistiéndote a tocarlos aún a sabiendas de lo perjudiciales que pueden llegar a hacerse…

El viejo pega un trago a su tubo de cerveza y prosigue:

No construyes un mueble nuevo para cada concepto. Ahí está el asunto. Eso requeriría una capacidad que no tenemos. Sólo somos capaces de crear un número muy limitado de muebles, así que tendrás que reutilizarlos. Compartirlos.

Guardas conceptos a priori muy distintos en el mismo mueble y ni te enteras. Ese es, precisamente, el papel fundamental de las metáforas, un papel en un segundo plano, oculto, lejos de su conocida función literaria

Deja que me explique…

Bajo todo concepto complejo subyace, casi siempre en la sombra como ya te he dicho, al menos una metáfora principal que surge de otro concepto más simple. La primera vez que uno repara en ella se estremece.

 

Piensa en el concepto de tiempo, en algunos de los verbos que utilizamos para referirnos a él.

Los atascos nos hacen perder el tiempo, mientras que los atajos nos permiten ahorrarlo. Currar menos horas nos hace ganar tiempo libre para que podamos compartirlo con otras personas. Para conseguir un objetivo será necesario invertir un tiempo en ciertas cosas, hasta alguna vez he oido hablar a alguno sobre prestar su tiempo...

Estamos hablando de tiempo o de dinero, en realidad?

Ves la metáfora oculta? El mueble compartido?

El muchacho pone cara de asombro..

Sin embargo, esta elección de la metáfora de dinero para alumbrar el concepto de tiempo no es universal. Ni mucho menos. Ten por seguro que no todas las culturas lo entienden de la misma manera. En algunos sitios pensar en el tiempo como algo que se pueda malgastar sería inconcebible. Pero el capitalismo se ha esparcido ya de tal manera por los laberintos de tu mente que has alojado el concepto de tiempo, o al menos una parte de él, en el mueble que ya utilizaste antes para el dinero. Sin la más mínima sensación de incomodidad o duda, para la mayoría de nosotros esto encaja perfectamente.

 


 

Ya lo dijo Milan Kundera, las metáforas son muy peligrosas. Con las metáforas no se juega…

 

Un concepto estructurado por una metáfora desafortunada, metido en un mueble inapropiado, es un coche moviéndose por terreno pantanoso. Si permanece en marcha el tiempo suficiente acabará encallando. Y no te imaginas el sufrimiento y la confusión que esta situación puede llegar a generar. 

 

Hay tres salidas posibles a esta situación:

- reformar el mueble, con mayor o menor pericia,

- reacomodar el concepto en un mueble distinto, más adaptado, en el que encaje mejor

- o ignorar las señales (consciente o inconscientemente), hasta que el viejo mueble termine por reventar dejando sus conceptos sin hogar y a la deriva…

 

Evidentemente, siempre serán preferibles las dos primeras salidas, representantes del cambio, la adaptación. Pero existe una condición indispensable para ellas, y es ahí donde radica la principal dificultad del propio cambio. Esta es la toma de consciencia (de que ese mueble ya no es válido para ese concepto)

 

Una metáfora usada de este modo no literario es una premisa.

Nunca supongas que una premisa es frágil por ser falsa y que el mueble terminará por romperse más pronto que tarde, dejándote reacomodar los conceptos que guardabas en él sin mayor problema. Piensa en las religiones, por ejemplo. Sistemas enteros basados en unas pocas premisas inciertas que, sin embargo, se perpetúan por los siglos de los siglos. Y no generan un tipo de comportamiento muy moderado que digamos. Una premisa es fuerte precisamente por ser premisa.

Visto de otro modo, la mejor mentira es precisamente la que uno toma como premisa. Pues como tal la acepta desde el principio, firmando un contrato que, en adelante, no le permitirá ya dudar de ella ni tampoco, por tanto, de todo lo que de ella se derive.

Se construye así un ovillo de pensamientos entorno a ella, coherente y entretejido de tal manera que auto-protege y oculta su único punto débil: su núcleo. La premisa en sí. La metáfora.

Y NO, JODER! Todos cometen el mismo error en las discusiones!! Nunca desenrollarás ese ovillo con argumentos racionales que ataquen los pensamientos estructurados por la metáfora. Puedes tirar del hilo aprovechando algunos cabos sueltos por aquí o allá. Sí, pero acabarás dándote cuenta, tras mucho rato, de que no llegas a ningún lado, que el entramado se replica y cuanto más hilo sacas más difícil es tirar de él, de que es imposible deshacer semejante maraña, y de que solo has conseguido perder  tiempo y energía.

La única solución es …

Tráete otra cerveza anda…

Siempre te estás quejando del grado de las vías y criticando el uso que se le da. Que si la peña va a este sitio porque el grado es suave. Que si la gente no prueba tal vía porque está graduada dura. Que si ha salido un método nuevo pero nadie se la decota. Que si se han roto cantos pero nadie se la sube.

Te crees un punkarra pero eres un puto mentecato como los otros!! Quieres cambiar toda esta mierda? Reventar el sistema de verdad? Primero tienes que entender a qué te enfrentas… Ver los muebles en tu cabeza y en las de los demás esquizos. La puta estructura debe replicarse en todas las desgraciadas mentes para que el sistema prospere. Yo te voy a dar los jodidos planos del edificio… 

Y ya veremos si eres tan antisistema como dices…

 

Mi padre siempre habló de grados en términos muy parecidos a los nuestros, aunque dudo que su padre también los entendiera así. Tuvo que existir una especie de punto de inflexión, que se extendiese a varias generaciones de manera  tan paulatina y borrosa como para pasar desapercibido en el corto plazo.

Supongo que, como ya ocurrió en otras ocasiones, llegado un cierto caudal el pequeño arroyo se tornó indómito e incontrolable dando lugar, primero, a un afluente importante para, tiempo después, acabar por convertirse en el río en el que desembocarían los demás ríos. La corriente principal. El MAINSTREAM

 

Qué tenían de especial esas aguas para acabar acaparando al resto? No lo sé. Probablemente el terreno fuera ya propicio. Lo del dónde. Y también influiría el momento, lo del cuándo. La oportunidad al fin y al cabo. El caso es que llegó la transición. El borroso punto de inflexión. El momento en el que el río tuvo la fuerza suficiente como para ser capaz de modificar el propio terreno a su favor y engrandecerse. Lo que, a su vez, le otorgaría aún más fuerza para seguir haciendo modificaciones del terreno y engrandecerse aún más, esta vez a su antojo y necesidad, en un continuo ciclo de retroalimentación positiva que cambiaría el paisaje definitivamente.

En fin, lo que quiero hacerte ver es que este paisaje no siempre fue así como lo ves hoy. Un valle con un claro río principal y sus afluentes. Aunque ya nadie recuerde algo distinto. Sea como fuere, terminó por imponerse el gran río que tienes ante tus ojos. El río en el que desembocan los demás ríos, el sistema de graduación actual, o como coloquialmente se le conoce, EL GRADO

El grado quizá sea el más importante concepto que existe hoy en día en la escalada (al menos en la deportiva) pues recoge y dirige la esencia de todas nuestras esperanzas y frustraciones, miserias y alegrías, sufrimientos, confusión y dificultades. Es nada menos que el dictador de la gran mayoría de emociones que sentimos al escalar. Dicho de otra manera, la mayor parte de la experiencia que supone la escalada deportiva está regida por nuestro entendimiento real de este concepto.

-Pero también están…, se oyó balbucear al chaval que llevaba callado un buen rato

No te engañes! No hay otros sistemas!, gritó el viejo como si hubiera adivinado lo que iba a decirle el chaval

Acaso distintas nomenclaturas o escalas. La francesa, la americana, la UIAAA, el grado de bloque FB, el americano… pero todas son equivalentes entre sí. El mismo sistema en diversas lenguas.

Hubo búsquedas de alternativas, sí, como las escalas subjetivas puras. Pequeños arroyos que no llegaron a más. O bien se secaron o acabaron desembocando en el gran río… ¿Cómo revertir semejante valle?

Ahora EL SISTEMA se haya totalmente establecido tras el paso de los años pues el tiempo erosiona en su beneficio. Sus metáforas y narrativas se erigen no ya como un edificio sino como un sólido e inexpugnable castillo y, como es sabido, no conviene vivir fuera de los castillos pues el invierno acecha y afuera de ellos el frio es grande.

 


 

De todas formas… Estrictamente, no se puede decir que algo es inexpugnable hasta que no se conoce el detalle de su construcción. Qué elementos lo componen y qué fuerzas mantienen estos elementos unidos. Una vez lo reconoces tienes que conocerlo. Al detalle.

Modifica un cajón en un mueble y notarás diferencias sutiles, cambia el concepto de mueble y entrarás a un nuevo mundo. Las ideas vendrán solas después en forma de catapultas.

 

Pídete otra ronda y acomódate. Veamos si es posible derribar el castillo…

El muchacho, más interesado que nunca, va obediente a la barra y pide otras dos cervezas. Esta vez son jarras. No quiere más interrupciones.

 

 

 

Continuará...

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