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EL ORIGEN DE LOS MÉTODOS II

 

EL VIAJE

En la Sierra de Guara, el agua siempre fue tratada como una niña consentida. Durante años, la madre roca calcárea le dejó campar a sus anchas y colarse por donde ella quiso. Esto conseguiría moldear el, en el fondo, blando carácter de la madre y afianzar el de la caprichosa hija. Esa perenne permisividad, obviamente, tuvo sus consecuencias, para deleite de barranquistas y escaladores. Más allá del pueblo de Rodellar, unas murallas calizas abovedadas custodian hoy un estrecho barranco que acumula agua en forma de pozas.
 
Los escaladores poseen esa adicional visión estética de la roca, en la que también se valora la belleza en función de los movimientos que obliga a realizar o del tipo de problemas que propone. El agua, mediante un inocente cosquilleo durante miles de años, terminó por llegar al corazón de la roca, a la cual no le quedó otro remedio que rendirse a ella y bajar sus defensas. No era tan dura como hacía ver. Y se acabó abriendo. Se abrió a los escaladores en extrovertidas formas que caían hacia el suelo para recibirlos. Allí estaba ella, dispuesta ahora a conversar con todo aquel que quisiera conocerla. Conocerla a ella y conocerse a sí mismo.

Así se imaginaba Caicedo el acceso en barca a la Piscineta.
 
A Caicedo,  las interminables y extraplomadas vías que surcaban estas bóvedas le intimidaban. Lo sacaban de su zona confortable e incluso le ponían algo nervioso. Su confianza en sí mismo se tambaleaba. ¡Ya podía haber todos los cazos del mundo!. Estas vías le hacían sentir incómodo con la misma fuerza con la que lo atraían y, como en la bachata que le molaba, no sabía si era amor o una obsesión.
Pero hasta semejantes moles tenían sus puntos débiles. Sus chorreras voluminosas y sobresalientes permitían una estratagema insólita. Podía uno encastrar una pierna de manera flexionada, pie contra un lado y muslo contra el otro, y descargar una gran cantidad de peso de sus brazos, cuando no soltarlos totalmente. Algunos colegas en Sudamérica le habían hablado de las rodillas (o kneebars) y no era algo que precisamente le entusiasmase. Su desarrollo inicial en la escalada había sido muy de vieja escuela y estos kneebars le parecían algo poco estiloso, puede que incluso trampa. Algo que restaba calidad a la escalada.
 
Pero su visión sufriría un giro drástico. Por una razón de necesidad, primero, porque vio cómo sus brazos se petaban sin piedad de los cazos más exagerados cuando intentaba reposar de ellos, y segundo, por una razón más abstracta y profunda, que sólo pudo entender cuando tuvo la oportunidad de observar en vivo y en directo a los especialistas.  En ese momento, simplemente comprendió que ésa era LA FORMA.
 

Se preguntó cómo surgiría la primera rodilla de todas:
 

Apuesto que fue algo casual, pensó. Un error de cálculo, un despiste. O quizá una orden subconsciente. Como un instinto, surgido quién sabe por qué oscuro motivo, que desembocó en una ligera variación del movimiento, que acabó colocando la rodilla contra una chorrera y allí se quedó el tío sorprendido, diciéndole a su compañero que era capaz de soltar las manos. Son estas pequeñas mutaciones del movimiento las que han acabado dando soluciones nuevas en esta compleja roca. Resulta que la ecuación tenía más soluciones posibles. Sólo había que ampliar el rango de búsqueda. Ahora hay más donde elegir.
 
Un sistema nervioso, heredado de generación en generación, que ha evolucionado teniendo que adaptarse, entre otras cosas, a un campo gravitatorio. Millones de repeticiones ensayo-error durante tanto tiempo… Este sistema nervioso tiene que saber discernir cuál es el movimiento más adecuado para él. Cuando menos habrá que escucharle. La solución que requiera un menor gasto energético sobrevive. Cuando Dick Fosbury empezó a utilizar su método en el salto de altura, no era ni remotamente consciente de que lo que lo hacía más efectivo era que su centro de gravedad pasaba más abajo que en los otros métodos. Era sólo que el nuevo estilo le resultaba más sencillo.
 
De este modo, no se puede hablar de un diseñador de métodos. Nadie está en el suelo o en un estudio ideando el nuevo método en la mente. Se le pueden ocurrir cosas pero tiene que subirse y probar. Ensayo-error. Hasta la locura si hace falta. Hasta que, al fin, el nuevo método surge de manera espontánea como una mutación de los movimientos ya aprendidos. Uno, cuando comprueba la eficacia de los buenos métodos, piensa en cómo habría podido surgir esto por azar, alguien con magníficas cualidades lo ha tenido que diseñar a conciencia. Pero no…
 
¿Y se transmiten los métodos o son innatos? ¿Se auto-replican como el ADN? Se transmiten, sí, por imitación. Se imita, primero torpemente y luego hacia la maestría. Sólo necesitamos entender que si funciona en otro cuerpo parecido, lo más probable es que también lo haga en el nuestro. Pero hay que tener voluntad y determinación, no se aprenden nuevos movimientos sin probar ni ensayar. Esto es una adaptación en toda regla. Todo el rollo de las propiedades innatas son monsergas… Eso es lo que ha reclamado siempre la religión. Las especies fijas sin evolución, que son creadas por Dios y así se quedan. Si a uno se le da bien una cosa es, principalmente, porque la ha practicado. No todo se entiende a la primera con facilidad, evidentemente. A veces cuesta. Dependiendo del bagaje gestual habrá que recorrer un camino u otro. ¿Pero dar un método por imposible? ¿Sin probar siquiera?

 
 

Y luego estaban las bicicletas (drop-knees). Éstas sí las había usado más de una vez aunque tampoco se podía decir que las dominase. Escaladores más veteranos sí que le habían contado que antes, en las placas, se tendía a meter la rodilla tímidamente para adentro para solucionar algunos pasos.  Otra manera de empujar que te pegaba la cadera a la roca. Después, sólo tuvo que aparecer una roca que forzase la exageración del método, alcanzando un nuevo nivel de desarrollo. En la actualidad, hasta se pueden contemplar bicicletas sobre invertidos. 
 

Esa misma noche, cogió entusiasmado el cuaderno de notas que se había comprado en un chino y estuvo trabajando por largo rato. Escribió:
 
 
Sin duda se observa un pequeño grupo de escaladores del que se diría que está altamente adaptado a este tipo de vías. Hay dos métodos que destacan sobre los demás por su frecuencia de utilización: las rodillas y las bicicletas. Aunque no tenga todavía indicios de ello, intuyo que la aparición de nuevos métodos surge de la variabilidad en el movimiento. Dependiendo del tipo de roca (el ambiente) en el que se desenvuelva la escalada, esta variabilidad acaba desembocando en una mutación del movimiento que, al ser más efectiva que los movimientos previamente usados, tendrá mayor probabilidad de perdurar que el resto. La proliferación del movimiento mutado será lenta al principio por la desconfianza ante su efectividad, pero crecerá exponencialmente, si su eficacia energética es realmente superior.
 

Una de las mutaciones (biológica, no del movimiento) más deseadas, la del X-Men Tempero.
 

Llevaba 15 días en Rodellar y ya había sentado las bases de lo que sería su más reconocido ensayo, estableciendo un paralelismo con la teoría de la evolución de Darwin.
 
Había una cosa clara. El ambiente influía definitivamente en qué tipo de mutaciones se producían. Esto le obligaba a visitar otras escuelas…

 
Estuvo en escuelas de agujeros y apuntó en su cuaderno cómo se tenían que atornillar los dedos, hacia un lado u otro, buscando la zona cortante para enganchar la piel, “donde muerde”.
 
Se fue a hacer bloque y comprendió las sutilezas del taloneo. Resulta que se podía talonear más allá de las repisas gigantes a las que él estaba acostumbrado. Se podía talonear en regletas, en lajas laterales, en formas. Con la parte exterior del talón, con la interior o con la trasera. Cada una requería un manejo ligeramente distinto de la pierna. Descubrió, con gran asombro, los “mantels”, otro movimiento que lo intimidaba. Tuvo que verlos ejecutar muchas veces hasta que consiguió entenderlos. Eran como una especie de evolución de los métodos que siempre se habían utilizado para superar las típicas panzas en escalada libre clásica.

Se metió en placas, con su escalada lenta y estática. Con sus aperturas de caderas. Sus “montadas”, empujando todo el peso del cuerpo hacia la vertical de uno de los dos pies.

Se metió en desplomes, con su escalada dinámica y sus balanceos. Y era inaudito, porque cuando los desplomes eran tan acusados que se les llamaba techos, desaparecía la direccionalidad clásica (manos arriba y pies abajo) y emergía una tercera dimensión. La percepción se volvía loca y llegaban momentos de confusión en los que se podía perder la propia línea de la vía. Toda una nueva variedad de métodos proliferaría en este nuevo espacio “tridimensional”.

También hizo tumbados, con su equilibrio y estabilidad. Fuerza no sólo de piernas sino también de pies. Flexibilidad en los tobillos.

Le interesaban las “rocas puras”, como él se refería a las que requerían un conjunto de habilidades y métodos muy específico e independiente del resto, como una especie que sobrevive aislada. Allí se podían entender los métodos con más facilidad. Pero la mayoría de rocas eran “mezclas”.

Se interesó por las vías de la vieja escuela y preguntó por los antiguos templos de la dificultad. Algunos eran sectores olvidados en escuelas modernas, otras eran escuelas enteras. En cualquier caso, no le fue fácil encontrar gente para ir. Vio allí vías cortas, a bloque, vio planchas lisas talladas de arriba abajo, vio bañeritas de sika… todo entre telarañas.
Le explicaron que en algunos casos los tallados se llegaban a hacer a la medida del propio equipador. A veces incluso, al equipar, se agarraba éste del último tallado y marcaba con magnesio lo más lejos que le llegaba el bloqueo. Y allí mismo aparecería el siguiente. Tallados Ad Hoc, los llamaría después. Un extraño concepto de superación personal, surgido del capitalismo y sus ansias de comparación constante. Le dijeron que las presas naturales intermedias, manchadas ahora de magnesio, en realidad se habían empezado a usar mucho tiempo después. “En el comienzo se iba directo de tallado a tallado, las intermedias ni las veíamos”, le dijeron. La capacidad de tracción de esa generación le sorprendió sobremanera.
Contempló métodos muy puros y gimnásticos, que no había observado en las escuelas modernas. Comprendió que sólo este tipo de vías los forzaban y que el desuso podía acabar por extinguirlos. Los métodos no son vitalicios aunque pueden permanecer latentes, conservados en ámbar como los dinosaurios de Jurassic Park.
Conoció allí a un tipo de escaladores muy curioso y oscuro, con rasgos cuasi-sectáreos, a los que denominó la Cofradía del Método Original. El objetivo de estos no era buscar soluciones para resolver los problemas de la roca sino repetir exclusivamente los métodos originales. Un cambio de método era un sacrilegio para ellos. A las normas no escritas del rotpunkt se le añadía una más, a saber, la prohibición de usar nuevos métodos distintos al original.
 
Pero no toda la escalada estaba en el monte. Un porcentaje muy alto escalaba en la ciudad. En estructuras artificiales. Vulgares imitaciones de la roca. Qué tipo de métodos se iban a aprender allí, en esas estructuras cuadriculadas y simples, de formas regulares y predecibles. Y aún más, ¿cómo se transferiría esa adaptación de la simpleza urbanita a la complejidad natural? Vio como jóvenes trataban de imponer sus métodos plafoneros en la roca, pero la cosa no funcionaba del todo bien. Su repertorio de métodos era, sencillamente, muy desequilibrado. Mucha destreza en unos cuantos métodos simples, predominantemente de tronco superior, y muy poca en métodos complejos. Parecían tener una enorme preferencia por las vías de estructura similar a la del panel. Algunos pocos osados se atrevían a probar terrenos desconocidos para ellos, aunque tuvieran que bajar el nivel. Pero aún allí, trataban de imponer sus métodos plafoneros. Lo cierto es que conseguían encadenar no pocas veces. Eso sí, a base de un gran derroche energético. Aunque claro, su escaso o nulo desarrollo de los métodos complejos les impedía elegir.
 
¿Era el panel, al fin y al cabo, una roca pura? Podría considerarse, sí. Pero también podría verse como un laboratorio en el que hacer experimentos que permitieran entender los movimientos en escalada. Esta visión era, sin duda, más interesante.

 
Se hallaba en medio de todas estas divagaciones sobre la complejidad de la roca cuando el azar le llevó a una pequeña escuela de corte reciente. Su roca era bella e intricada, de carácter cubista. Sin duda ofrecía formas para subirse. Con certeza duras y complejas. He aquí la obra de un visionario, se dijo. Pero cuando se acercó, la expresión de su rostro cambió por completo del asombro y curiosidad a la decepción. Comenzó a escalar y se lo llevaron los demonios. Tras superar la segunda chapa, empezaron a surgir tallados bajo sus manos como si de una plaga de cucarachas se tratase. Uno detrás de otro se erigían en una vulgar escalera que humillaba a las ancestrales formas naturales…
Aquella noche bebió mucho vino. Estaba muy exaltado y acabaría escribiendo, con elevada indignación, uno de los pasajes más amargos de toda su obra:
 
EL EQUIPADOR HA ERRADICADO TODA LA MAJESTUOSA COMPLEJIDAD DE LA ROCA. ES UNA VIOLACIÓN. UN DESPRECIO. UNA CEGUERA ABSOLUTA. ¿EQUIPAR ES UN DERECHO O UNA RESPONSABILIDAD?. ESTO ES UN SÁLVESE QUIEN PUEDA, UN INDIVIDUALISMO EXCLUYENTE. ESTA ESCUELA ES UN REDUCTO AL MARGEN DE LA COMUNIDAD. ¡¡ESTO ES LA PUTA SIN CITY!!
   
Ahora ya no volveras a cometer atrocidades con la roca...

Podía entender que se hubiese hecho algo parecido en el pasado. Por aquel entonces,  la mayoría de las veces, no siempre, la roca sobre la que se hacían estas escaleras era demasiado simple y lisa para ofrecer caminos. Además, los métodos todavía eran muy primitivos. ¿Pero ahora? Esto era ahora muy distinto…
 
 
 

CONTINUARÁ...

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