EL VIAJE
En la Sierra de Guara, el agua siempre fue tratada como una
niña consentida. Durante años, la madre roca calcárea le dejó campar a sus
anchas y colarse por donde ella quiso. Esto conseguiría moldear el, en el
fondo, blando carácter de la madre y afianzar el de la caprichosa hija. Esa perenne
permisividad, obviamente, tuvo sus consecuencias, para deleite de barranquistas
y escaladores. Más allá del pueblo de Rodellar, unas murallas calizas abovedadas custodian hoy un estrecho barranco
que acumula agua en forma de pozas.
Los escaladores poseen esa adicional visión estética de la
roca, en la que también se valora la belleza en función de los movimientos que obliga
a realizar o del tipo de problemas que propone. El agua, mediante un inocente cosquilleo
durante miles de años, terminó por llegar al corazón de la roca, a la cual no
le quedó otro remedio que rendirse a ella y bajar sus defensas. No era tan dura
como hacía ver. Y se acabó abriendo. Se abrió a los escaladores en
extrovertidas formas que caían hacia el suelo para recibirlos. Allí estaba
ella, dispuesta ahora a conversar con todo aquel que quisiera conocerla. Conocerla
a ella y conocerse a sí mismo.
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Así se imaginaba Caicedo el acceso en barca a la Piscineta. |
A Caicedo, las interminables
y extraplomadas vías que surcaban estas bóvedas le intimidaban. Lo sacaban de
su zona confortable e incluso le ponían algo nervioso. Su confianza en sí mismo
se tambaleaba. ¡Ya podía haber todos los cazos del mundo!. Estas vías le hacían
sentir incómodo con la misma fuerza con la que lo atraían y, como en la bachata
que le molaba, no sabía si era amor o una obsesión.
Pero hasta semejantes moles tenían sus puntos débiles. Sus chorreras voluminosas y sobresalientes permitían una estratagema insólita. Podía uno encastrar una pierna de manera flexionada, pie contra un lado y muslo contra el otro, y descargar una gran cantidad de peso de sus brazos, cuando no soltarlos totalmente. Algunos colegas en Sudamérica le habían hablado de las rodillas (o kneebars) y no era algo que precisamente le entusiasmase. Su desarrollo inicial en la escalada había sido muy de vieja escuela y estos kneebars le parecían algo poco estiloso, puede que incluso trampa. Algo que restaba calidad a la escalada.
Pero hasta semejantes moles tenían sus puntos débiles. Sus chorreras voluminosas y sobresalientes permitían una estratagema insólita. Podía uno encastrar una pierna de manera flexionada, pie contra un lado y muslo contra el otro, y descargar una gran cantidad de peso de sus brazos, cuando no soltarlos totalmente. Algunos colegas en Sudamérica le habían hablado de las rodillas (o kneebars) y no era algo que precisamente le entusiasmase. Su desarrollo inicial en la escalada había sido muy de vieja escuela y estos kneebars le parecían algo poco estiloso, puede que incluso trampa. Algo que restaba calidad a la escalada.
Pero su visión sufriría un giro drástico. Por una razón de
necesidad, primero, porque vio cómo sus brazos se petaban sin piedad de los
cazos más exagerados cuando intentaba reposar de ellos, y segundo, por una
razón más abstracta y profunda, que sólo pudo entender cuando tuvo la
oportunidad de observar en vivo y en directo a los especialistas. En ese
momento, simplemente comprendió que ésa era LA FORMA.
Se preguntó cómo surgiría la primera rodilla de todas:
Apuesto que fue algo
casual, pensó. Un error de cálculo, un despiste. O quizá una orden subconsciente.
Como un instinto, surgido quién sabe por qué oscuro motivo, que desembocó en
una ligera variación del movimiento, que acabó colocando la rodilla contra una
chorrera y allí se quedó el tío sorprendido, diciéndole a su compañero que era
capaz de soltar las manos. Son estas pequeñas mutaciones del movimiento las
que han acabado dando soluciones nuevas en esta compleja roca. Resulta que la
ecuación tenía más soluciones posibles. Sólo había que ampliar el rango de
búsqueda. Ahora hay más donde elegir.
Un sistema nervioso, heredado
de generación en generación, que ha evolucionado teniendo que adaptarse, entre
otras cosas, a un campo gravitatorio. Millones de repeticiones ensayo-error durante
tanto tiempo… Este sistema nervioso tiene que saber discernir cuál es el movimiento
más adecuado para él. Cuando menos habrá que escucharle. La solución que
requiera un menor gasto energético sobrevive. Cuando Dick Fosbury empezó a
utilizar su método en el salto de altura, no era ni remotamente consciente de que lo que lo
hacía más efectivo era que su centro de gravedad pasaba más abajo que en los
otros métodos. Era sólo que el nuevo estilo le resultaba más sencillo.
De este modo, no se
puede hablar de un diseñador de métodos. Nadie está en el suelo o en un estudio
ideando el nuevo método en la mente. Se le pueden ocurrir cosas pero tiene que
subirse y probar. Ensayo-error. Hasta la locura si hace falta. Hasta que, al
fin, el nuevo método surge de manera espontánea como una mutación de los
movimientos ya aprendidos. Uno, cuando comprueba la eficacia de los buenos métodos,
piensa en cómo habría podido surgir esto por azar, alguien con magníficas
cualidades lo ha tenido que diseñar a conciencia. Pero no…
¿Y se transmiten los
métodos o son innatos? ¿Se auto-replican como el ADN? Se transmiten, sí, por
imitación. Se imita, primero torpemente y luego hacia la maestría. Sólo
necesitamos entender que si funciona en otro cuerpo parecido, lo más probable
es que también lo haga en el nuestro. Pero hay que tener voluntad y
determinación, no se aprenden nuevos movimientos sin probar ni ensayar. Esto es
una adaptación en toda regla. Todo el rollo de las propiedades innatas son
monsergas… Eso es lo que ha reclamado siempre la religión. Las especies fijas
sin evolución, que son creadas por Dios y así se quedan. Si a uno se le da bien
una cosa es, principalmente, porque la ha practicado. No todo se entiende a la
primera con facilidad, evidentemente. A veces cuesta. Dependiendo del bagaje
gestual habrá que recorrer un camino u otro. ¿Pero dar un método por imposible?
¿Sin probar siquiera?
Y luego estaban las bicicletas (drop-knees). Éstas sí las
había usado más de una vez aunque tampoco se podía decir que las dominase. Escaladores
más veteranos sí que le habían contado que antes, en las placas, se tendía a
meter la rodilla tímidamente para adentro para solucionar algunos pasos. Otra manera de empujar que te pegaba la cadera
a la roca. Después, sólo tuvo que aparecer una roca que forzase la exageración
del método, alcanzando un nuevo nivel de desarrollo. En la actualidad, hasta se
pueden contemplar bicicletas sobre invertidos.
Esa misma noche, cogió entusiasmado el cuaderno de notas que
se había comprado en un chino y estuvo trabajando por largo rato. Escribió:
Sin duda se observa un
pequeño grupo de escaladores del que se diría que está altamente adaptado a
este tipo de vías. Hay dos métodos que destacan sobre los demás por su
frecuencia de utilización: las rodillas y las bicicletas. Aunque no tenga
todavía indicios de ello, intuyo que la aparición de nuevos métodos surge de la
variabilidad en el movimiento. Dependiendo del tipo de roca (el ambiente) en el
que se desenvuelva la escalada, esta variabilidad acaba desembocando en una
mutación del movimiento que, al ser más efectiva que los movimientos
previamente usados, tendrá mayor probabilidad de perdurar que el resto. La
proliferación del movimiento mutado será lenta al principio por la desconfianza
ante su efectividad, pero crecerá exponencialmente, si su eficacia energética
es realmente superior.
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Una de las mutaciones (biológica, no del movimiento) más deseadas, la del X-Men Tempero. |
Llevaba 15 días en Rodellar y ya había sentado las bases de
lo que sería su más reconocido ensayo, estableciendo un paralelismo con la
teoría de la evolución de Darwin.
Había una cosa clara. El ambiente influía definitivamente en
qué tipo de mutaciones se producían. Esto le obligaba a visitar otras escuelas…
Estuvo en escuelas de agujeros y apuntó en su cuaderno cómo
se tenían que atornillar los dedos, hacia un lado u otro, buscando la zona cortante
para enganchar la piel, “donde muerde”.
Se fue a hacer bloque y comprendió las sutilezas del
taloneo. Resulta que se podía talonear más allá de las repisas gigantes a las
que él estaba acostumbrado. Se podía talonear en regletas, en lajas laterales,
en formas. Con la parte exterior del talón, con la interior o con la trasera.
Cada una requería un manejo ligeramente distinto de la pierna. Descubrió, con
gran asombro, los “mantels”, otro movimiento que lo intimidaba. Tuvo que verlos
ejecutar muchas veces hasta que consiguió entenderlos. Eran como una especie de
evolución de los métodos que siempre se habían utilizado para superar las
típicas panzas en escalada libre clásica.
Se metió en placas, con su escalada lenta y estática. Con
sus aperturas de caderas. Sus “montadas”, empujando todo el peso del cuerpo hacia
la vertical de uno de los dos pies.
Se metió en desplomes, con su escalada dinámica y sus balanceos.
Y era inaudito, porque cuando los desplomes eran tan acusados que se les llamaba
techos, desaparecía la direccionalidad clásica (manos arriba y pies abajo) y emergía
una tercera dimensión. La percepción se volvía loca y llegaban momentos de
confusión en los que se podía perder la propia línea de la vía. Toda una nueva
variedad de métodos proliferaría en este nuevo espacio “tridimensional”.
También hizo tumbados, con su equilibrio y estabilidad. Fuerza
no sólo de piernas sino también de pies. Flexibilidad en los tobillos.
Le interesaban las “rocas puras”, como él se refería a las
que requerían un conjunto de habilidades y métodos muy específico e
independiente del resto, como una especie que sobrevive aislada. Allí se podían
entender los métodos con más facilidad. Pero la mayoría de rocas eran
“mezclas”.
Se interesó por las vías de la vieja escuela y preguntó por
los antiguos templos de la dificultad. Algunos eran sectores olvidados en
escuelas modernas, otras eran escuelas enteras. En cualquier caso, no le fue
fácil encontrar gente para ir. Vio allí vías cortas, a bloque, vio planchas
lisas talladas de arriba abajo, vio bañeritas de sika… todo entre telarañas.
Le explicaron que en algunos casos los tallados se llegaban
a hacer a la medida del propio equipador. A veces incluso, al equipar, se
agarraba éste del último tallado y marcaba con magnesio lo más lejos que le
llegaba el bloqueo. Y allí mismo aparecería el siguiente. Tallados Ad Hoc, los llamaría después. Un extraño concepto de
superación personal, surgido del capitalismo y sus ansias de comparación
constante. Le dijeron que las presas naturales intermedias, manchadas ahora de
magnesio, en realidad se habían empezado a usar mucho tiempo después. “En el
comienzo se iba directo de tallado a tallado, las intermedias ni las veíamos”,
le dijeron. La capacidad de tracción de esa generación le sorprendió sobremanera.
Contempló métodos muy puros y gimnásticos, que no había
observado en las escuelas modernas. Comprendió que sólo este tipo de vías los
forzaban y que el desuso podía acabar por extinguirlos. Los métodos no son
vitalicios aunque pueden permanecer latentes, conservados en ámbar como los
dinosaurios de Jurassic Park.
Conoció allí a un tipo de escaladores muy curioso y oscuro,
con rasgos cuasi-sectáreos, a los que denominó la Cofradía del Método
Original. El objetivo de estos no era buscar soluciones para resolver los
problemas de la roca sino repetir exclusivamente los métodos originales. Un
cambio de método era un sacrilegio para ellos. A las normas no escritas del
rotpunkt se le añadía una más, a saber, la prohibición de usar nuevos métodos
distintos al original.
Pero no toda la escalada estaba en el monte. Un porcentaje
muy alto escalaba en la ciudad. En estructuras artificiales. Vulgares
imitaciones de la roca. Qué tipo de métodos se iban a aprender allí, en esas
estructuras cuadriculadas y simples, de formas regulares y predecibles. Y aún
más, ¿cómo se transferiría esa adaptación de la simpleza urbanita a la
complejidad natural? Vio como jóvenes trataban de imponer sus métodos
plafoneros en la roca, pero la cosa no funcionaba del todo bien. Su repertorio
de métodos era, sencillamente, muy desequilibrado. Mucha destreza en unos cuantos
métodos simples, predominantemente de tronco superior, y muy poca en métodos
complejos. Parecían tener una enorme preferencia por las vías de estructura similar
a la del panel. Algunos pocos osados se atrevían a probar terrenos desconocidos
para ellos, aunque tuvieran que bajar el nivel. Pero aún allí, trataban de
imponer sus métodos plafoneros. Lo cierto es que conseguían encadenar no pocas
veces. Eso sí, a base de un gran derroche energético. Aunque claro, su escaso o
nulo desarrollo de los métodos complejos les impedía elegir.
¿Era el panel, al fin y al cabo, una roca pura? Podría
considerarse, sí. Pero también podría verse como un laboratorio en el que hacer
experimentos que permitieran entender los movimientos en escalada. Esta visión era,
sin duda, más interesante.
Se hallaba en medio de todas estas divagaciones sobre la
complejidad de la roca cuando el azar le llevó a una pequeña escuela de corte
reciente. Su roca era bella e intricada, de carácter cubista. Sin duda ofrecía
formas para subirse. Con certeza duras y complejas. He aquí la obra de un
visionario, se dijo. Pero cuando se acercó, la expresión de su rostro cambió
por completo del asombro y curiosidad a la decepción. Comenzó a escalar y se lo
llevaron los demonios. Tras superar la segunda chapa, empezaron a surgir
tallados bajo sus manos como si de una plaga de cucarachas se tratase. Uno
detrás de otro se erigían en una vulgar escalera que humillaba a las
ancestrales formas naturales…
Aquella noche bebió mucho vino. Estaba muy exaltado y acabaría
escribiendo, con elevada indignación, uno de los pasajes más amargos de toda su
obra:
EL EQUIPADOR HA ERRADICADO TODA LA MAJESTUOSA COMPLEJIDAD DE
LA ROCA. ES UNA VIOLACIÓN. UN DESPRECIO. UNA CEGUERA ABSOLUTA. ¿EQUIPAR ES UN
DERECHO O UNA RESPONSABILIDAD?. ESTO ES UN SÁLVESE QUIEN PUEDA, UN
INDIVIDUALISMO EXCLUYENTE. ESTA ESCUELA ES UN REDUCTO AL MARGEN DE LA COMUNIDAD.
¡¡ESTO ES LA PUTA SIN CITY!!
Podía entender que se hubiese hecho algo parecido en el
pasado. Por aquel entonces, la mayoría
de las veces, no siempre, la roca sobre la que se hacían estas escaleras era demasiado
simple y lisa para ofrecer caminos. Además, los métodos todavía eran muy
primitivos. ¿Pero ahora? Esto era ahora muy distinto…
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