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LA MONA CURIOSA (PARTE I)

Y LLEGÓ LA ERA DE LOS VERTEBRADOS...


Primero los peces dominaron el agua. Las particularidades del medio les permitían permanecer en equilibrio en aparente ausencia de gravedad, ejecutando un continuo de movimientos que no cesaba nunca. Suaves y armoniosas ondas recorriendo su alargada columna y timones en forma de aletas eran todo lo que necesitaban para propulsarse y desplazarse.

Pero ese medio se hizo insuficiente para todos y los vertebrados tuvieron que salir a buscar otros nuevos. Tierra y aire. Los anfibios fueron los encargados de las primeras incursiones pero su dominio duró poco y dio paso rápidamente al de los réptiles.

De los dos nuevos medios, el terrestre sería mucho más hostil al movimiento que su predecesor. Presentaba unos problemas motores de una complejidad desconocida hasta la fecha. Algunos seres, como las serpientes, adaptaron aquellos simples contorneos de columna heredados de sus antepasados pero se requeriría mucho más para ser competente.
 
De un lado, la gravedad se aparecía en toda su expresión no dudando en derrumbar todo cuerpo que no supiera mantener ciertos criterios de estabilidad. De otro, la homogeneidad del reino subacuático desaparecía para dar lugar a una inusitada riqueza en formas y sustancias. Montes, costas, llanuras, paredes... Piedras, tierra, arena, barro…

Semejante diversidad requeriría dos innovaciones que irían de la mano. Unas nuevas herramientas para desplazarse: las extremidades. Y una nueva planta en el edificio del cerebro por encima de las anteriores, las de peces y anfibios, capaz de gestionar toda una nueva gama de movimientos, mucho más variada y adaptable.

Transcurrió el tiempo inexorable hasta que los mamíferos se hicieran con el poder sobre los reptiles (que habían degenerado en esas gigantes y torpes moles denominadas dinosaurios) y los pájaros. Se hallaban ahora desplegando su propia batalla por el dominio de manera más cruenta y desgarrada que nunca. Una guerra tecnológica por desarrollar los movimientos más ricos, veloces y precisos del reino animal se inició.

Sólo un destello de luz entre las sombras aparecía de vez en cuando. Una ilusión temporal al margen de la gran guerra. Uno de cada cuatro veranos se establecía una tregua para celebrar lo que se convino en denominar los Juegos Mamíferos Terrestres, quizá el primer esbozo de las modernas competiciones deportivas.

En ese contexto, hay que entender que aunque todavía no se habían inventado los países sí lo habían hecho las banderas, pues los mamíferos ya eran seres sociales y se empezaba a desarrollar el instinto (que posteriormente se convertiría en sentimiento) de pertenencia a un grupo.

Pese a toda esta diversidad del medio terrestre de la que hablábamos, los Juegos eran competiciones con pocas sorpresas y los resultados eran totalmente previsibles. Se sabía qué familia ganaría cada prueba y la principal razón era la siguiente:

Existía un comité que diseñaba y decidía las pruebas que tendrían lugar. Estaba formado por un miembro de cada familia de mamíferos aunque no todos los votos tenían el mismo valor. La selección natural es una de las leyes más severas que existe sobre este planeta y siempre ha impuesto la más rígida de las jerarquías en el reino animal. En la cúpula de la pirámide se encontraban paquidermos, felinos, antílopes y marsupiales. Los felinos estaban suspendidos desde hace unos años por saltarse la tregua y zamparse una treintena de cebras durante la celebración de los Juegos. Las otras tres familias eran desde entonces las que se repartían el pastel de las pruebas a celebrar.

Como ocurre en este tipo de sistemas autoritarios, el poder no se utiliza para igualar sino para acentuarlo aún más. Así que cada una de estas tres familias diseñaba una prueba con la que asegurarse la victoria.

Como la evolución va muy despacio, las pruebas hace años que no se cambiaban y daban lugar, por los motivos que ya hemos explicado, siempre a los mismos resultados. Este tipo de diseño fomentaba un tipo de comportamiento muy generalizado: los animales de cada especie sólo se esforzaban en la prueba que podían ganar. Es decir, entrenaban exclusivamente lo que se les daba bien. Eso los que pertenecían a una de las tres familias superiores. El resto se limitaba a quejarse y esgrimir que su genética les impedía cualquier atisbo de buena actuación, mucho menos ya la victoria. “No hay nada qué hacer”, se repetían autocomplacientes unos a otros

Los elefantes, por ejemplo, eran considerados señores de la FUERZA pura. De modo que diseñaron una prueba para la que la fuerza fuese la principal cualidad necesaria. Así, nos encontrábamos a los elefantes entrenando para la prueba de Selva A Través. Esta consistía en recorrer una distancia no muy larga a través de la parte más espesa de la selva en donde la maleza apenas dejaba andar.

Los canguros, soberanos de la POTENCIA, propusieron el Salto De Río. Un río cruzaba la Gran Selva en la que se celebraban los Juegos, dividiéndola en dos partes iguales y finalizando en una cascada. El río venía muy ancho pero se estrechaba de manera paulatina en su trayecto final hacia la cascada, dando lugar al tramo mundialmente conocido como el embudo. Esta forma que dibujaba el río permitía la prueba de salto de longitud perfecta, proporcionando un salto de orilla a orilla, de anchura creciente a medida que uno se alejaba de la cascada.
 
Por último. Las gacelas, reinas de la RESISTENCIA, capaces de mantener una velocidad alta durante muchísimo tiempo. Ellas diseñaron la prueba más compleja. Una carrera de gran distancia sobre un circuito que requería atravesar infinidad de terrenos y obstáculos. Subidas, bajadas, cauces, terraplenes, saltos… Suelo firme, movedizo, elástico, adherente, resbaladizo… Toda la diversidad terrestre en una larga prueba. Y todo ello durante horas bajo el imponente sol del verano. La denominaban el Multicross.
  
Los simios habían aparecido en escena hacía relativamente poco y, sin saberlo, se estaban preparando para ser los nuevos dominadores del reino. Al ser una especie nueva y muy diferente al resto por el salto evolutivo que implicaban (lo cual se comprendería mucho más tarde), habían despertado la desconfianza de todo el resto de los mamíferos. Por su lado, pájaros, réptiles y peces ya hace tiempo que se habían desentendido de toda lucha y tenían bastante con sobrevivir en el día a día. Los simios habían aparecido, entre otras cosas, con unas extrañas herramientas que generaban gran cantidad de suspicacias y burlas. Eran las manos.

Las manos de los monos tenían un dedo, el más gordo de todos, que se podía mover en dirección contraria a los otros cuatro. Muchos mamíferos se reían de esas manos porque decían que eran débiles y estúpidas y que no permitían pisadas fuertes y potentes como las suyas propias. Lo que los otros mamíferos ignoraban todavía era que esas manos eran causa y efecto del más futurista diseño tecnológico hasta la fecha, la planta superior del cerebro. El ático. Este se convertiría, con el tiempo, en el encargado de gestionar los movimientos más increíbles jamás vistos. Y no sólo eso sino también la capacidad más exclusiva de todo el planeta, el lenguaje. Aunque esto ya es otra historia…

A un mes de los Juegos casi todos los animales estaban ya reunidos en la Gran Selva pues los trayectos desde sus moradas llevaban muchos días e incertidumbres. Nada que ver con el globalizado mundo actual. Durante este mes se establecía la tregua entre los mamíferos y sólo estaba permitido comer peces, anfibios o reptiles. Recordemos que los felinos fueron suspendidos precisamente por violar esta tregua. Pues bien, después de asegurarse su comida diaria, nadie faltaba a los entrenos todas las tardes. Todos los animales se reunían para entrenar en un gran espacio que habían habilitado en el centro de la Gran Selva.

Por la poca relación y desconfianza que había con los simios, nunca se les había invitado a las pruebas. Los propios simios, por su lado, estaban a lo suyo y tampoco es que se hubieran interesado especialmente. Lo cierto es que “estar a lo suyo” es una expresión un tanto laxa para describir lo que en realidad estaba pasando, que estaban desarrollando y entendiendo el potencial con el que habían nacido y que les llevaría al primer eslabón de la cadena de manera fulgurante. 
 
 

Continuará...

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